Todo el alma se concreta en un estado de vacio.
Y para llegar a ese vacio es necesaria tristeza.
Tristeza de un alma que se pliega en un barrio de nostalgia de el paraiso de el corazon dormido en el embeleso de lo divino.
Tu simplemente sueñas que te vas.
Vas a llorar en tu interior delicadas palabras de soledad disueltas en el agua de la lagrima que lloras y de aquella que no puedes llorar.
Esa es la lagrima de la verdad de la tristeza que se engendra en soledad.
Las que expresas son anhelos, la otra es la profunda verdad del vacio infinito de un corazon que trasciende el pensamiento y empieza a amar.
Amar es el lloro de la poesia del alma que la palabra no sabe expresar.
Es ternura acometida en un viaje al interior que de otra forma no se puede rozar.
El monte Meru es donde dios sucede en la busqueda de una tierra pura.
La tierra pura que sucedió.
En un instante en un momento determinado tus emociones eran pura luz de alma encontrado en tus ojos, en tus silencios, en los corazones rotos.
Un corazon roto es una semilla abierta.
Debe buscar la luz y no encerrarse en un enterramiento en una tierra que llena su anhelo de realizacion de su realidad de su mistica trascendencia.
La flor de la belleza de la delicada presencia de dios en una forma concreta de crecimiento de amor es la capacidad de diluir el universo en un unico sollozo contenido de inverosimil magnitud de poetica acaeciente.
La poetica convierte al hombre en el monte meru del dios olvidado del ser silente aconteciente de un placer infinito por ser en trascendencia flor regada por la lagrima que deviene desde el rostro interior de el lago del alma que tiene esencia de reflejo de perseidas de estrella de cielos de agosto celeste.
Dios es el suceso infinito de la poesia.
Y esa poesia no mira, ni al norte ni al sur, ni al oeste.
Es un alma que mira al este.
...no le busques sentido, no lo tiene.
miguel mochales, maestro zen.
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